domingo, 20 de febrero de 2011

LA DE LOS CLAVELES DOBLES

Curioso destino el de nuestros compositores de zarzuelas tantas generaciones después. Elijamos el trío de ases del género. Qué nos dicen hoy.  Barbieri suena obviamente a italiano, Chueca es un barrio y casi un lugar común, Chapí fue uno de los fundadores de la Sociedad de Autores, algo que se llamará más tarde Sociedad General de Autores de España. La SGAE, de turbia fama pero que en su origen tiene también, junto a nuestro compositor, a gente bien humorada y voluntariosa como los hermanos Álvarez Quintero y a Carlos Arniches. De los tres, sólo uno no es madrileño, por más que en el parque del Retiro tenga su monumento. Es el alicantino (de Villena, por ser precisos) Ruperto Chapí. De él se ofrece, hoy y en el Teatro Alameda, su más conocida y perdurable zarzuela, “La revoltosa”. Con producción de la jienense y ambiciosa (recientemente estrenó con éxito su propia versión de “Rigoletto” de Verdi) Compañía Lírica Andaluza.

Nos encontramos ante el más claro y gozoso ejemplo del género chico. El compositor francés Saint-Säens, que estuvo presente en el estreno de “La Revoltosa” el 25 de noviembre de 1897, declaró tan alborozado como contrariado no sólo que le hubiera gustado firmar esta partitura, sino que “cómo es posible que llamen género chico a esto en España”, ignorando que la calificación se debe a que es una obra en un acto único (así, lo son “La Gran Vía” o “La verbena de la paloma”, pero no “La dolorosa” o “La rosa del azafrán”). Siendo técnicamente un sainete lírico en un acto y tres cuadros, en verso, con texto de José López Silva y Carlos Fernández-Shaw, la concisión de la obra obliga a que su desarrollo sea tan sencillo como encantador. En el preludio, con un arranque enérgico que nos confirma que estamos ante un clásico español que anida en el fondo de nuestra memoria musical, concebido a la manera de las oberturas de las óperas italianas, se engarzan los principales temas que más adelante oiremos, destacando la melodía del dúo cumbre que casi al final encontraremos y que no es otro que el de “Ay, Felipe de mi alma”, “Ay, Mari-Pepa de  mi vida”. Aquí, la revoltosa, la que lleva de cabeza a unos cuantos, es la joven Mari-Pepa, que tiene alborotada a la corrala en la que se prepara una verbena y suceden las seguidillas que entona al comienzo Atenodoro y que dejará cuando asome a tender la ropa la bella vecina, capaz de frenar con descaro e ingenio todo requiebro que se le dirija. Es ahí cuando se suceden diálogos equívocos y ligeros como cuando un vecino le dirige un “Por ti no duermo”, “por ti no como”, añade otro, a lo que suma un tercero “por ti no…” para ser replicado por un elocuente “¡calla, qué atrocidad!”. Un intermedio orquestal brioso y efectivo dará a una guajira (“Cuando clava mi moreno / sus ojazos en los míos”) y de ahí al instante cumbre, aquél en que se enfrenten las voluntades aparentemente distantes de Mari-Pepa y Felipe que terminan confesándose su amor en el dúo de todos conocido, al que se engarza el arranque de Felipe que llama a la revoltosa “La de los claveles dobles, / la del manojo de rosas, / la de la falda de céfiro / y el pañuelo de crespón”. Y ahí, los libretistas aportan el título de la que será la última gran zarzuela del siglo XX, “La del manojo de rosas” que Pablo Sorozábal estrenará en 1934.

Alcanzada la armonía entre el esforzado currela y la chulapona, queda un último obstáculo resuelto con sumo ingenio musical. Es la escena en la que unos rondadores, citados con engaño por sus esposas que para castigar a Mari-Pepa, coinciden en escena, intentando ahuyentarse entre ellos mientras un pizzicato juguetón remarca la comicidad de la escena que se resuelve entre bofetadas para quedar intacta la honestidad cuestionada de la enamorada Mari-Pepa (“No tengas cuidao, Felipe, / que la mujer que es honrada, / lo que es si quiere guardarse / en todas partes se guarda”) y su triunfante Felipe. Vencedor el afecto, comienza al fin la verbena.

Publicado en diario Sur, 19 de febrero de 2011

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