martes, 17 de enero de 2012

Sic transit


El afán de sobrevivir a la muerte, clave en la configuración de las religiones, de mantener más allá de la vida el status y el poder que la muerte truncó, es una constante universal cuya plasmación monumental se da tanto en el mayor dolmen de Europa, que no es otro que la Cueva de Menga en Antequera, cerca de las igualmente notables tumbas que son las cuevas de Viera y del Romeral, como en el más impresionante testimonio de intemporalidad funeraria: las pirámides de Gizeh en Egipto. Es significativo que entre las siete maravillas del Mundo Antiguo se contara además otra construcción fúnebre, el Mausoleo de Halicarnaso.

LA MUERTE MEDIEVAL

Con todo, si queremos circunscribirnos a un entorno cultural más cercano que muestren la voluntad de perduración de aristócratas y reyes, tenemos abundantes muestras de panteones, del que el más antiguo dentro de España, es el Monasterio de Santa María de Ripoll, fundado en el año 879 por Wifredo el Velludo, iniciador de la primera dinastía catalana, enterrado en este monasterio románico benedictino en el que también se encuentran los restos de En el transepto de la basílica están enterrados los restos mortales de los condes de Besalú y algunos de los condes de Barcelona hasta Ramón Berenguer IV. Le sigue cronológicamente el Panteón Real de la Catedral de Santiago de Compostela en el que descansan personajes fallecidos en los siglos XI y XII como Raimundo de Borgoña, Alfonso VIII, Fernando II, la reina Berenguela, esposa de Alfonso VII, y Juana de Castro, mujer de Pedro I el Cruel. Más impresionante, tanto por el número de fallecidos como por su valor artístico, es el Panteón Real en León, datado en el primer tercio del siglo XII. Allí están sepultados veintitrés reyes, doce infantes y nueve condes, cobijados bajo seis bóvedas cubiertas de pinturas románicas. Esta tradición funeraria de la monarquía hispana se da también en el Monasterio de Pedralbes, en Barcelona, concluido en 1327, en el que se encuentra entre las de las nobles damas Elionor de Pinós, Constanza de Cardona y Beatriu de Fenollet la bellísima tumba de la reina Elisenda de Montcada. Otro conjunto funerario, tal vez el de mayor calidad artística en toda España, es el que se puede visitar en la Capilla Real de Granada. Allí, en un túmulo de exquisito mármol, aguardan al visitante los Reyes Católicos, y bajo el mismo se encuentran las tumbas de la reina Juana I, a la que no llamaremos por su sobrenombre popular por aquello del respeto póstumo, además de su hermano Felipe I y el jovencísimo príncipe Miguel, muerto con dos años y que fuera heredero fugaz de las coronas de Castilla, Aragón y Portugal. En el mismo recinto, en el que se puede apreciar la colección de pintura de la reina Isabel, en la que se encuentra incluso un pequeño Botticelli, y hasta su traslado en 1574, estuvieron enterrados la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V, sus hijos los infantes Fernando y Juan y la primera esposa de Felipe II, María Manuela de Portugal.

Canalejas, con señora viva al fondo,
en el Panteón de Hombres Ilustres

ESCORIAL

Pero si hay un panteón que represente la áspera Historia de España éste es el que tiene cabida en el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, lugar de destino de aquellos infantes, princesas y emperatrices trasladados desde Granada. Creado por Felipe II, la inscripción en latín que da paso a la cripta octogonal indica solemnemente la misión del muy impresionante y sobrio lugar: "A Dios, Omnipotente y Grande. Lugar sagrado destinado por la piedad de los príncipes austriacos a los despojos mortales de los reyes católicos, que bajo el altar mayor están esperando el deseado día de manos del restaurador de la vida. Carlos V, el más esclarecido de los Césares, deseó este lugar de supremo reposo para sí y para los suyos; Felipe II, el más prudente de los reyes, los designó; Felipe III, monarca sinceramente piadoso, dio principio a las obras; Felipe IV, grande por su clemencia, constancia y religiosidad, lo aumentó, embelleció y terminó el año del Señor de 1654"

Panteón Real, El Escorial

Es singular este Panteón, ya que no sólo alberga a quienes reinaron y sus esposas, sino a quienes pudieron regir España pero el sino les privó de la corona, como es el caso del hipotético Juan III, padre de Juan Carlos I, que junto a su esposa espera allí la sepultura definitiva en un recinto terriblemente llamado Pudridero al que sólo tienen acceso los 51 monjes benedictinos del monasterio y en el que los cuerpos se preparan, entre 20 y 30 años, para pasar su lugar definitivo: los reyes, a la izquierda del altar que preside la cripta, mientras las reinas que fueron madres de reyes pasan a ocupar el espacio a la derecha. Veintiséis sarcófagos de mármol negro con apliques dorados y de hechuras barrocas configuran este espacio sobrio, fuera del cual, pero muy cerca, se encuentra el sarcófago en mármol blanco y con figura yacente, de don Juan de Austria, vencedor de Lepanto y hermano de Felipe II.

Este Panteón Real del Escorial es el correlato español a los conjuntos sepulcrales de la Abadía de Saint Denis, a las afueras de París, en el que descansan los principales reyes de Francia, y de la Abadía de Westminster, en Londres que acoge no solamente a monarcas sino a personalidades que honraron al Reino Unido.

HOMBRES ILUSTRES

En España se adaptó también, ya en el siglo XIX, este honor que en Francia es representado por el Panteón de París en el que tienen sepultura, entre otros, Voltaire, Rousseau, Marat, Victor Hugo, Émile Zola, Jean Moulin, Marie Curie, Louis Braille y Alejandro Dumas. Se trata del extraño y sorprendente Panteón de Hombres Ilustres, una construcción neobizantina que en la actualidad sólo guarda los restos de José Canalejas. El resto de enterrados fueron siendo reclamados para ser sepultados en otros lugares, de manera que sólo queda allí el presidente asesinado en 1912.

Mármol y mortalidad, en Madrid


La nómina de los ausentes que estuvieron antaño ausentes es impresionante. Entre otros, los ilustres fueron Juan de Mena, Garcilaso de la Vega, Alonso de Ercilla; El Gran Capitán, los generales Palafox, Castaños y Prim, el almirante Gravina, Francisco Martínez de la Rosa, Mendizábal, Olózaga, Canovas del Castillo, Sagasta, Eduardo Dato, Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca. Ahora, este lugar que quiso ser Parnaso de ultratumba de los próceres y eminencias de la patria es un cascarón poco visitado. Algo que terminará pasando con el otro gran mausoleo, más reciente y controvertido, que tiene su lugar en el paraje de Cuelgamuros, allá en la gélida y dolorosa Sierra de Guadarrama...

Artículo publicado en diario Sur el 1 de febrero de 2008

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