miércoles, 23 de abril de 2014

Lecturas: Padres e hijos y otras novelas (Iván Turguénev)

Palabras mayores, muy mayores. Un autor para quererlo siempre. Aunque tapado por Dostoievsky y Tólstoi, aunque por su fama entre nosotros por encima de Gógol, Turguénev (1818-1883), ha quedado convertido en un ruso más del XIX, alguien que en otras décadas tuvo más aceptación que ahora. Hace 30 años compré ya un libro de nuestro autor, "Nido de hidalgos", en una edición que tenía sus buenas décadas encima y que, enfrascado en otros libros, nunca leí y que incluso perdí en una de esas limpiezas arbitrarias y, por lo que veo, lamentables. 

Vuelvo, o llego, al fin, a Turguénev y caigo deslumbrado. El volumen que comento, publicado por Círculo de Lectores en 1991, recopila las novelas "Padres e hijos" y "Aguas primaverales" junto a las novelitas "Asia", "El primer amor" y "Clara Mílich (Después de la muerte)". Las cinco piezas son deliciosas, elocuentes, tiernas, melancólicas, irónicas. Con un estilo diestro, que en España encontraríamos fusionando a Galdós con un poquito de Clarín y un poquito de Juan Valera, Turguéniev se centra en la deriva de los sentimientos, con una especial predilección para analizar cómo aparece el amor. Aunque las más de las veces el resultado de ese afecto es el fracaso. Vladimir Nabokov, que analiza "Padres e hijos" en su "Curso de Literatura Rusa", pondera este título como "una de las novelas más brillantes del siglo XIX". No desmentiré yo a Nabokov. En esta novela asistimos a la presentación en la literatura rusa del primer protagonista que anuncia la revolución venidera. El nihilista Bazárov, que se jacta del nihilismo y preconiza la destrucción para que otros construyan, termina siendo visto por los que le rodean como un idiota. Me abstendré de entrar en consideraciones políticas. Hay, además, en esta novela magnífica un duelo a pistola, pero también encontraremos otro en "Aguas primaverales", como lo hubo en el relato "El disparo" de Pushkin (y, con resultado de muerte propia, en la biografía del gran romántico). Es, por lo que se ve, un mundo de honor, muchos miramientos y calentamiento rápido. No quiero ejercer de crítico, sino de lector, en estos comentarios. Sólo puedo recomendar vivamente un narrador que con una sensibilidad que puede recordarnos a la película "Ojos negros" de Nikita Mihalkov (basada en relatos de Chejov), es especialista en personajes femeninos, que pueden ser deliciosos y cautivadores, plenos de encanto, o asquerosamente manipuladores. -y siempre trazados con intensa vitalidad y ricos matices. Y ya que he mencionado la película de Mihalkov, Turguéniev es también cinematográfico en la concepción de "Aguas primaverales", que no es sino un colosal relato en flashback.  

Ninguno de los relatos, sean novelas o novelitas, de este libro desmerece de los demás. Cada uno fascina, cada uno enamora. Un genio, ya les digo. Y como ya decía, para quererlo siempre.

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