lunes, 4 de agosto de 2014

Lecturas: Juan Belmonte, matador de toros (Manuel Chaves Nogales)

Otra deuda pendiente, otra deuda sin pagar. Chaves Nogales. Tan ejemplar en su independencia, tan ponderado por sus lectores, tan fuera de lugar en un país y en un tiempo que no podían aportar justicia ni equilibrio ni inteligencia. Valores tan representados por nuestro autor. Quiero decir que ha sido mi primer contacto con Chaves Nogales y que no será el último. Porque aquí Chaves Nogales (qué necesidad de llamarlo por los dos apellidos para diferenciarlo de un político que no sabe de justicia ni de lo demás) es invisible. Se trata de unas apócrifas memorias de Belmonte, en primera persona, en las que Chaves pone el estilo sin que se note, las palabras creíbles, la autenticidad necesaria para que el lector crea que es la voz sólo de Belmonte y el autor es sólo un mecanógrafo. Esa ficción se consigue con pasmosa facilidad, hasta que uno llega a creerse una voz precisa de Belmonte, ronca, un poco lenta, que desgrana su trayectoria pasmosa sin darle mayor importancia, con modestia e introspección. La psique de ese torero frío que fue Juan Belmonte queda expuesta con luz tranquila, sin tremendismo. El Pasmo de Triana reivindicado por Gabinete Caligari en aquella canción, "Sangre Española", se explica con calma, con circunspecta calma.


Amigo de Valle Inclán, lector impenitente, fatalista, desengañado, Belmonte (¿o es Chaves Nogales?) sólo se emociona al evocar a Joselito, su rival en el ruedo. El relato de su reacción al recibir la noticia de la cogida mortal de Joselito es emotivo e intenso, y las hazañas toreras se cuentan con la frialdad con la que un mecánico relatara los pormenores de su tarea, algo así. El libro  (publicado con gran éxito en 1935, en la fase final de la intermitente carrera del torero) consigue que se le tome cariño al personaje y se le admire. Pero yo querría, hubiera querido, que eso me pasara no con Juan Belmonte, sino con Manuel Chaves Nogales. En el próximo libro suyo será.


Juan Belmonte en el ruedo, 
una estatua de pasión... 
    

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