miércoles, 26 de agosto de 2015

Lecturas: Chulas y famosas (Terenci Moix)

El verano, para llevar a la playa, impone lecturas leves. De ahí que optara por esta novela de Terenci Moix que presumía liviana, cascabelera y mala. Por lo tanto, gato por gato. Nada que objetar. La contraportada hablaba de que este tomo cerraba una trilogía iniciada por “garras de astracán” y continuada por “Mujercísimas”. Como el grosor de la primera desaconsejaba el acarreo playero y la segunda no la tengo. Así pues, p’adelante y a la tumbona. El inicio del libro prometía, tras una portadilla que presentaba el volumen entero como “Del diario privado de Miranda Boronat y todo cuanto les ocorriuvo a sus ochenta mejores amigas y sus coleguis tortilleros al amparo del mega-divino Niño Jesús de Praga”. El arranque de la ficción dice así: “Hallábame yo pía y contrita en el entierro del honorable Jordi Pujol, presidente que fue de la Généralité de Catralogne, y no salía de maravilla al apreciar el estado de la momia, tan linda como lo fue en otro tiempo la de Evita Perón, loa y prez de la Argentina. Pero ni los laureles acumulados por el prócer local, ni la habilidad demostrada conseguían evitar que algunas partes empezaran a descomponerse, proyectando sobre las montañas de Montserrat un desagradable olor a marisco fermentado.”

Lo que pudo haber sido
(y no, no fue)

A partir de ahí, el diario sin fechas de Boronat, lleno de descerebradas amigas, en las que la narradora incurre en horrores gramaticales recurrentes al articular el pretérito pasado, de forma que si el erróneo “andó” es anduvo, todo será pensuvo, agarruvo, escribuvo y así. Seguiremos a esta pandilla de millonarias y burguesas en un periplo que les lleva a Manila a buscar sirvientas, a Praga a curiosear a su Niño Jesús y a Londres para rendirle honores a la difunta Diana de Gales. Lo mejor del libro, que es revoltoso e insustancial, es que incluye a un personaje, el Autor, que es el propio Moix, que se retrata sin complacencia y que al final es señalado como inmisericorde plagiario de Boronat, de la que reproduce tal cual el diario, que le había pedido prestado, para publicarlo tal cual bajo el nombre propio del autor. En una maniobra pirandelliana, Miranda, en las páginas finales, encuentra el libro en un escaparate de una tienda de librería religiosa en Sevilla: “Allí, entre un sinfín de objetos religiosos, destacaba un volumen de Chulas y famosas situado entre unos modelitos de rosarios digitales y la última moda en escapularios prêt à porter. Como el libro acababa de salir no habrían tenido tiempo de comprobar el azufre que destilaban sus páginas, fiándolo todo a la portada, que era como de Semana Santa. A mí me encantó. Representaba a Myrna Lamour, guapísima, ataviada con una mantilla plateada, antigua sin la menor duda. Las perlas del cuello y la muñeca eran una divinidad. Sólo me extrañaba que mi íntima amiga tuviese expresión de mala hostia y, sobre todo, que empuñase un cuchillo en lugar de un rosario. Vamos, que parecía una novela policiaca. Lo cual me dio mala espina”.



Más adelante, transcribe el texto de la contraportada, describe la foto del Autor del mismo sitio, menciona el prólogo de Pere Gimferrer. Elementos todos que efectivamente se corresponden con el libro físico, como es el caso de la edición de bolsillo que manejo, dos años posterior a la edición primera en tapa dura. Con esto, se cumple un juego autorial que sólo es estropeado, y cómo, por la última página y media del libro, un dislate bobo que lo convierte en uno de los peores, e insustanciales, finales de novela que recuerdo.


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