jueves, 26 de abril de 2018

Lecturas: Memorias tergiversadas (Jorge Asís)

Con lo que a mí me ha gustado Jorge Asís.

Con esa frase solitaria bastaría para dejar terminada esta reseña brevísima. De él hay libros (el inevitable Flores robadas en los jardines de Quilmes, el amargo y suburbial Carne picada, incluso el discutible Partes de inteligencia) que me han gustado mucho. Y he aquí que doy con sus memorias y en él no cuenta nada interesante. Por mucho que haya por medio su descrédito por haber sido un autor de éxito, su connivencia con el menemismo con prebendas y cargos públicos, su aventura política (peronista) en la que optó a optar a la vicepresidencia de la nación, por mucho que llene páginas y al final introduzca de matute algunos relatos innecesarios, no hay en este libro nada que lo haga recomendable. De Néstor Kirchner se limita a llamarlo "Notable constructor de poder. Líder de culto y fenómeno delictivo. Al mismo tiempo". A Menem lo nombra, pero poco más. A Sabato también, reconociendo algún café y que le caía bien. Algún fragmento memorable, sólo uno, cuando recuerda una entrevista con público:

Lo primero que le preguntaron fue si en la Argentina se registraba un “genocidio cultural”.

Para la sinopsis, carece de sentido enredarse en la dilucidación. Si existió aquel genocidio o no. Aquí se equivocó.

“Hubo represión política, hubo violencia, asesinatos desde el poder y hacia el poder, pero hablar de genocidio cultural es, a mi criterio, una exageración.”

“Peor que un exceso, se trata de un error”, dijo. Giro que utilizó una vez el admirado marqués de Talleyrand y prefirió hacerlo propio.

“En Argentina la gente aún leía libros, iba al cine, festejaba campeonatos de fútbol, hacía el amor, se expandía asombrosamente el adulterio, las librerías estaban abiertas, en cualquier subte se encontraba algún joven con un libro de bolsillo de Chejov. Y abundan los vernissages siempre bien regados, como corresponde, con pintura relativamente interesante. Claro que hay presos, en cantidad, pero Buenos Aires dista de ser un enorme campo de concentración con puestos de torturas en las esquinas.”

Dijo. Cuando para seducir debía asegurar que era un enorme campo de concentración. Aunque le costara volver.

Aparte de esto, nada. Poco. Minucias. Pérdida de tiempo. De tinta.

  

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